Misión Olvido (Temas de Hoy), la nueva novela de María Dueñas, vuelve la mirada a la huella española en California con una trama que rescata retazos olvidados de la historia y cruza países y tiempos. En estas páginas, la propia autora, articulista de Magazine, relata la fundación, en el siglo XVIII, de las misiones franciscanas que forman el Camino Real en la Alta California, un periodo fascinante que es el punto de arranque de su trama novelesca.
Cientos de instituciones, construcciones y establecimientos salpican California con un nombre común: Cabrillo. La expedición financiada por la corona española al mando de Juan Rodríguez Cabrillo fue en 1542 la primera en alcanzar las costas de la California continental. No consiguió, sin embargo, ratificar la leyenda sobre un supuesto paso -el estrecho de Anián- que atravesaría América y conectaría los océanos Atlántico y Pacífico -por entonces, los mares del Norte y del Sur-. Pero, navegando en aguas desconocidas para los europeos, logró llegar a la bahía de San Diego y después ascender hacia las actuales áreas de Los Ángeles, Santa Bárbara y Monterey, hasta alcanzar ese cabo al norte del actual estado al que llamaron Mendocino. Aunque Cabrillo murió durante la travesía y no realizó ningún asentamiento permanente en aquella exploración, a partir de entonces su nombre quedó adherido para siempre a la historia de California.
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Para suplir la inesperada marcha de los jesuitas se recurrió a los franciscanos. Un mallorquín diminuto e infatigable de personalidad aguerrida, fray Junípero Serra, fue puesto al mando de aquellas primeras misiones mientras en España aumentaba la preocupación por la amenazante presencia de ingleses y rusos en las costas de la aún no colonizada Alta California. El gobierno de Carlos III encargó a José de Gálvez, visitador general de Nueva España, una exploración marítima hasta la bahía de Monterey a fin de comprobar la situación. Gálvez engrandeció los objetivos iniciales: el viaje no sería de mera exploración, sino también de ocupación. Y, para ello, no se limitaría a recorrer la costa por mar, sino que además se enviaría una expedición terrestre de apoyo.
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Vistos con los ojos de entonces, los misioneros desarrollaron su tarea con generosidad y dedicación. Instruyeron a los nativos, les protegieron de los abusos de los soldados y les abrieron camino para integrarse en una sociedad más avanzada que la suya. Analizada la situación desde la perspectiva del siglo XXI, sin embargo, la estampa cambia. El celo misionero por salvar almas constituyó en gran medida una intrusión en los derechos humanos de los indígenas, que acabaron perdiendo sus lenguas, culturas y creencias, fueron expuestos a enfermedades desconocidas y sometidos a hábitos y formas de disciplina que les eran del todo ajenas. Las misiones supusieron para la corona española un instrumento barato y relativamente eficaz de expansión imperial, pero, a pesar de las indudables buenas intenciones de los religiosos y de sus esfuerzos desinteresados y a veces hasta heroicos, a la larga constituyeron un sistema de dominación de la población con consecuencias a menudo dolorosas.
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La memoria de aquel tiempo de presencia española permanece, no obstante. Permanece e inspira. Como me inspiró a mí para construir Misión Olvido, mi nueva novela. La fascinación de un profesor español por las viejas misiones tan vinculadas a su patria y tan desconocidas en ella a la vez será lo que desencadene el argumento. Una mezcla de tiempos y subtramas que entrecruza pasiones y trastoca destinos y que vuelve la mirada al legado de nuestros compatriotas en aquello que un día fue un remoto confín del imperio español antes de su derrumbe.