“Me gusta la gente luchadora, que saca el coraje cuando las circunstancias les vienen mal dadas y pelea por salir hacia adelante, por recomponerse y volver a caminar. Me gusta esa gente en la vida y de alguna manera eso lo vuelco en mis personajes”, aseguró ayer la escritora puertollanera María Dueñas, en alusión a los protagonistas de sus tres novelas.
Dueñas, que abarrotó de seguidores el Salón de Conciertos del antiguo Casino en un encuentro organizado por las Bibliotecas Municipales, expuso que “ninguno de los protagonistas de las tres novelas son héroes aventureros que, de pronto, deciden salir al mundo a buscar intrigas, incertidumbres o universos nuevos. Son personas que tenían sus vidas organizadas, que pensaban que habían logrado un equilibrio en todas la facetas” y que, por diferentes razones -un desengaño sentimental y el estallido de una guerra en el caso de Sira de ‘El tiempo entre costuras’, el derrumbamiento de un matrimonio en el de Blanca en ‘Misión Olvido’ y una quiebra financiera en relación con Mauro en ‘La Templanza’- se sitúan en “el borde del precipicio”, asomándose al abismo y a partir de ahí “ellos mismos se tienen que reconstruir”.
El título de su última entrega, ‘La Templanza’, tiene que ver tanto con el nombre de un viñedo de Jerez -ciudad que es el escenario principal de la trama- como con la virtud de la que precisamente carece hasta el último capítulo el protagonista, Mauro Larrea, un hombre audaz que, tras convertirse en un rico empresario minero en México, se ve asolado por la sombra de las deudas y va “precipitado, arrebatado, ansioso al borde del precipicio constantemente, casi como con una bomba de relojería entre las manos porque si no paga lo que debe en unos tiempos establecidos todo le va a estallar”. En ese afán por salir adelante, porque no le pisen los talones, lo que no tiene es templanza, algo que al final encontrará en un terreno y una actividad que, en principio, eran totalmente ajenos a su mundo.
Personajes y trama
Con un amplísimo número de seguidores de sus novelas en todo el planeta, Dueñas asegura no tener una fórmula de éxito pero confiesa que, por lo que le indican los lectores, la clave está en “una mezcla de varias cosas”. Por un lado, en crear personajes humanos, creíbles, con sus luces y sombras como todas las personas, sus “momentos de gloria y miserias, contradicciones y dudas”. Otro de los pilares esenciales de sus obras es un ágil ritmo narrativo, con “quiebros inesperados y sin que nada sea previsible del todo”, a lo que se suman unos interesantes escenarios que “no son simples decorados, sino casi protagonistas de la novela también”.
‘La Templanza’, reconoció, ha sido su novela más laboriosa ya que, mientras que ‘El tiempo entre costuras’ conduce al lector al Marruecos del Protectorado donde vivió su familia con lo que tenía referencias muy próximas y en ‘Misión Olvido’ habla de la vida en un campus universitario norteamericano que ha conocido de cerca al trabajar como profesora universitaria, en su tercer título sitúa la trama en tres escenarios como el México “convulso pero apasionante” de la segunda mitad del siglo XIX, una Habana colonial rica y opulenta pero también con muchas contradicciones y el Jerez espléndido de las grandes bodegas. Son tres sugerentes escenarios pero con los que tenía vínculos menos fuertes y además retrocediendo un siglo y medio atrás, lo que requirió mucho trabajo de documentación y ajustes para recrear las ambientaciones. No obstante, estas dificultades se convirtieron para ella en un “reto apasionante”.
Aunque tiene más lectoras, lo que se debe a que el público femenino lee más novelas y quizás porque escribe desde su “posición en el mundo como una mujer y eso de una manera natural, casi orgánica, hace que las lectoras sientan una afinidad y empatía” con los personajes, con su sensibilidad, lo que cuenta y su manera de construir las historias, los hombres que se acercan a sus libros también se convierten en unos “apasionados” de la literatura de una autora que elogió la labor que realizan las bibliotecas y clubs de lectura de “aglutinadores sociales” descubriendo libros y autores a mucha gente. Para Dueñas, los encuentros con los lectores, además de ser un “banco de pruebas” en relación con lo que más gusta o lo que se ha entendido, es una muestra de gratitud de los autores ante un público que, siendo “enorme el mercado editorial, se decanta por tu libro y gasta su dinero y tiempo en disfrutar de tu historia”.